Reviviendo una hazaña familiar, los jinetes recorrieron aproximadamente 335 kilómetros por caminos rurales. El relato de una travesía inolvidable.

Juan Bautista Biosca, Jeremias Biosca, Fermin Darquier, Simón Darquier y Joaquín Darquier, primos entre sí, concretaron una enorme travesía a caballo, uniendo la chacra familiar ubicada en Jeppener, con Tandil, recorriendo aproximadamente 335 kilómetros por caminos rurales a lo largo de once días. La idea surgió de charlas entre ellos, unidos por su afición a los caballos y los recuerdos familiares en el campo adquirido por su abuelo hace unos 20 años, y punto de encuentro donde disfrutan de Navidades, Año Nuevo y fines de semana de cabalgata y carruaje.
Sin embargo, existen antecedentes de aventuras parecidas en la familia. Juan Bautista, uno de los jinetes, señaló que su tío «fue el que hizo el mismo viaje en el 92 también. y otro tío hizo un viaje parecido con carruajes. Entonces, la idea siempre estuvo pendiente, presente ahí en la familia».
En aquel acontecimiento, Eduardo Eusebi y Gastón Darquier viajaron unos 385 kilómetros para asistir al Fogón aniversario del Museo del Fuerte. «En sala colmada en su capacidad, el Museo del Fuerte realizó el Fogón Aniversario. Entre otros espectáculos, desfilaron varios conjuntos musicales, destacándose el integrado por Ricardo Ballent, titular del Museo, Delapé, Sheard, y Ruffa. Los gauchos Eduardo Eusebi y Gastón Darquier que cabalgaron 385 kilómetros para estar presentes en la fiesta, fueron sumamente reconocidos por la concurrencia», relataban las páginas de El Eco de Tandil un 8 de abril de 1992. 37 años después, la hazaña fue repetida, en lo que significó para los Biosca y los Darquier una empresa que nunca olvidarán.


La preparación para esta aventura ecuestre requirió especial atención al bienestar de los animales. «Sobre todo tratar de que los caballos estén en un óptimo estado físico», contó Juan Bautista, detallando que los cuidados incluyeron revisiones veterinarias, vacunación y la obtención de la documentación necesaria para el traslado. También se coordinó el transporte de regreso de los caballos en tráiler y se equiparon con alforjas y recados.
El viaje no estuvo exento de desafíos. A pesar de la planificación inicial que contemplaba una ruta por Ayacucho, a mitad de camino decidieron modificar el rumbo hacia Rauch para acortar la distancia. Las condiciones climáticas también fueron adversas, con días de mucha lluvia, calor, frío y viento. «El clima no era muy alentador porque estuvo lloviendo en todos lados», comentó.
Además, la búsqueda de alojamiento tanto para los jinetes como para los animales se convirtió en una constante. «No todas las noches teníamos donde dormir, siempre íbamos charlando con la gente, pidiendo permiso». Sin embargo, la hospitalidad fue un factor crucial para el éxito del viaje. «La verdad que fuimos muy afortunados porque la gente nos ayudó mucho, si no hubiera sido imposible terminar el viaje», admitió.
En cuanto a la logística de la travesía, cada jinete llevaba aproximadamente dos litros de agua, y los caballos se hidrataban en campos donde pedían permiso o en charcos de agua limpia gracias a las recientes lluvias. La alimentación de los jinetes fue variable, desde «un salamín con un queso», hasta comidas preparadas cuando era posible o el apoyo de familiares cerca de los puntos de origen y destino.
Un momento difícil de la travesía fue la decisión de dejar una yegua a mitad de camino debido a una lesión en una de sus patas. «Fue una decisión compleja, porque si se nos volvía a lastimar otro caballo, nos quedábamos sin viaje porque éramos cinco y había cinco caballos», explicó Biosca.

A pesar de este contratiempo, los cinco primos lograron completar la travesía, llegando a Tandil cerca de las 15:30 de este martes 12 de marzo, «muy cansados, pero muy contentos». La experiencia dejó un saldo positivo, fortaleciendo los lazos familiares y acumulando anécdotas memorables, como la vez que se extraviaron los caballos al amanecer en un campo desconocido o la inesperada hospitalidad de un hombre campero cerca de Rauch que les ofreció alojamiento y un cordero al asador.
«Fue un viaje alucinante. Cuesta creer que hayamos podido llegar, porque fueron 335 kilómetros, fue mucho, con pocos caballos, y con poca experiencia», concluyó, resaltando el aprendizaje y la satisfacción de haber concretado este anhelado viaje familiar.
Fuente: El Eco
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