Virginia Costa y Sebastián Cappiello acaban de inaugurar una cafetería en un sector de la usina láctea que cerró en 2007 con intenciones de reactivar el lugar donde trabajaron sus familiares.

“Queremos devolverle la vida a Gándara”, dice Virginia Costa, quien junto a su pareja Sebastián Cappiello acaban de inaugurar una cafetería en este paraje desolado del partido de Chascomús, donde además de aire puro se respira nostalgia.

En la década del 80 todo los que viajaban por la ruta 2 en verano paraban en Gándara para recibir un yogur o un dulce de leche de la fábrica de ese nombre. Esta secuencia está grabada en la memoria de mucha gente y se repitió durante casi dos décadas. Eran momentos felices en que la planta empleaba a 500 operarios. Pero a inicios del siglo XXI fue vendida a Parmalat y en poco tiempo tuvo que cerrar.

El pueblo se convirtió en un paraje fantasma donde sólo transitaban curiosos y ciclistas de paso a Chascomús. Hoy de la mano de esta familia emprendedora Gándara vive un pequeño renacer. Virginia y Sebastián depositaron su esperanza en el pueblo hace unos pocos años.

Ella es oriunda de Chascomús y pasaba los fines de semana en el tambo de su abuelo en esa localidad. Pero los vaivenes de la vida la llevaron por otros caminos. Hasta que un episodio la impulsó a volver. La pareja era tripulante de cabina de Lan y cuando en 2020 la aerolínea dejó de operar aceptaron el ‘retiro voluntario’ de la compañía. Los aviones iban a pasar gran parte de ese año sin poder volar, por lo que encontrar otro empleo de ese tipo se les iba a ser muy difícil.


Fue ahí que decidieron pegar un giro en su estilo de vida y, junto a su hijo León de 1 año, se fueron a vivir al campo, a un terreno familiar de Costa. Con la indemnización construyeron su casa y una cabaña, dando inicio a una nueva actividad: el turismo rural.

Así nació Refugio El Vergel, el complejo de cabañas donde la pareja recibe a huéspedes que buscan conectar con la simpleza del campo y descansar. Ese fue el puntapié inicial para un proyecto que aspira a recuperar la vida al pueblo.

EL PLAN REACTIVACIÓN

En la actualidad, Gándara cuenta con una escuela en funcionamiento, una estación del tren que va a Mar del Plata, un destacamento policial, un monasterio abandonado, y las ruinas de la fábrica láctea. En el paraje viven unas 15 familias dispersas en la extensión del campo. Con este panorama, la pareja de emprendedores se animó a apostar.

“La idea de abrir una pulpería surgió de la charla con la gente que visita nuestras cabañas y también viendo pasar a ciclistas y autos que entraban al paraje y se iban al toque”, cuenta Virginia. Se les ocurrió arrancar con un plan piloto. “Un fin de semana de otoño cortamos el pasto del frente e instalamos una mesita con termos de café y unas medialunas. ¡Nos pelaron!”, recuerda con un dejo de emoción a flor de piel. “Ahí surgió la idea de que algo para ofrecer al turista teníamos que poner”, agrega.

Con la energía puesta en revivir la zona, pusieron en marcha el plan para sumar un atractivo turístico a Gándara. La pareja tardó años en convencer a su tío –propietario del lugar– que se los alquilara. Hasta que el sueño comenzó a tomar forma. De a poquito comenzaron a restaurar un sector del antiguo comedor de la fábrica. El restaurante lo manejaban su mamá y su papa, y funcionó hasta el cierre de la empresa. En el local almorzaban los trabajadores que vivían en Chascomús, a 20 kilómetros, y no hacían tiempo de ir y volver. El lugar tiene una historia arraigada en los recuerdos de Virginia. “A veces venía a acompañar a mamá en la cocina”, desliza.

Luego de meses de restauración, y con gran esfuerzo, lograron abrir el bar al que denominaron Pulpería Gándara.

LA PULPE

La cafetería lleva el nombre del paraje y representa un lugar de encuentro, como los de antes. Un pequeño salón, una galería con un juego arcade y un jardín con una hermosa arboleda que invita a relajarse y a respirar el campo.

Para ambientar el lugar, la pareja recolectó objetos antiguos de la familia, muchos con un significado especial. Se puede ver el soplete de la bisabuela de ella, una placa de bronce del abuelo de Sebastián que indicaba que era agrimensor, la radio de la abuela de Virginia que escuchaba bajo la almohada, la marca de whisky para la que trabajaba su abuelo, entre otros objetos actuales como pingüinos, vasos y botellas de bebida que se pueden consumir en el lugar. Cada fin de semana recibe a lugareños, viajeros y a cualquiera que pase por la ruta 2 y quiera hacer 5 minutos más de auto para tomar un cafecito. La pulpe, como la llaman sus propietarios, está ubicada a metros de la estación Gándara.

“Aprendimos a preparar café y ofrecemos medialunas y preparaciones pasteleras de emprendedores de la zona. Porque nuestro espíritu es ese, que este sea un espacio compartido y de la gente”, expresa Sebastián. Hay una carta simple que incluye comidas ligeras para los mediodías: pinchos de tortilla, sándwiches de jamón y queso, y empanadas. “Y el que quiere tomar un vermú, se lo preparamos”, agrega el emprendedor.

“Me gusta la idea que Gándara tenga un resurgimiento amoroso, lindo y distinto. Ya mandé a hacer el cartel que diga ‘Vení a Gándara, Costa-Cappiello; lo vamos a poner en el frente de la pulpe porque este proyecto es el renacer”, culminó Virginia.

Pulpería Gándara se ubica en Ruta 2, Km 103, 5 y funciona los Sábados, domingos y feriados de 10 a 18.30 hs.

Fuente: La Nación


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