La joven periodista cuenta su experiencia de vivir varios años en Venezuela, opina sobre el Papa Francisco y habla de su último libro.

Carolina Amoroso es periodista, conductora, y también escritora. Mientras prepara su próximo libro, recorre su rica historia en esta profesión que ama profundamente y sus mejores años viviendo en una Venezuela que desea que vuelva a ser la Venezuela que ella recuerda con mucho amor. Su experiencia cara a cara como corresponsal de guerra en Ucrania y un claro reclamo en los 10 años de pontificado del papa Francisco.

– Viviste en Venezuela cuando eras chica; es la etapa donde se guardan muchos recuerdos… Sé muy bien cuánto amás ese país. ¿Qué te genera hoy verlo así? ¿Su gente, sus habitantes, bajo un régimen que los somete desde hace años? ¿Creés que pueda ponerse de pie en algunos años.

– El dolor de ver a Venezuela así es lacerante, es un dolor que me acompaña prácticamente todos los días, porque me ha tocado cubrir las historias del éxodo, me ha tocado ver la cara más descarnada de la frontera colombo-venezolana en 2019 con el frustrado paso de la ayuda humanitaria y, recientemente, en la selva del Darién, que es nuestro Mediterráneo; es el lugar donde recalan las almas sin lugar, alguna vez escribí eso y expresa en buena parte la tragedia que viven muchos latinoamericanos expulsados de sus países y, sin duda, la tragedia venezolana se manifiesta allí.

Pero además de eso, que tiene que ver con mi trabajo periodístico y con seguir muy de cerca la devastación de Venezuela en términos sociales y políticos, principalmente, el dolor de su gente. Las familias rotas por la realidad de la migración forzada. Estar cerca de Venezuela y, desde mi lugar, tratar de pensar en hacer algo por ellos, se ha convertido en un motor y en propósito para mí como periodista, pero también como persona. Porque a ése país le debo algunos de los mejores recuerdos de mi vida, algunos de mis años más felices. He aprendido que muchas veces la alegría y la prepotencia de vida son una decisión; aunque a veces las circunstancias no nos permitan elegir o sean totalmente adversas, yo he aprendido mucho sobre la esperanza y la capacidad de reconstrucción de los venezolanos y es en ése país donde he vivido mi despertar de primavera, mi paso de la niñez a la adolescencia y es el país que también siento como propio, por supuesto con todo respeto a los venezolanos.

Creo que la esperanza es un imperativo de vida. Se va a poner de pie Venezuela, pero lo que media allí no es una crisis en términos abstractos, lo que hay es un Gobierno que ha suprimido los derechos fundamentales de las personas; que ha avasallado la dignidad de un pueblo y creo que  pueden salir adelante, siempre y cuando, por supuesto, este régimen deje de tener control del estado en Venezuela y deje de tener poder sobre el devenir de las vidas de millones de personas a las que tanto han hecho sufrir.

– ¿Cuál es tu reflexión acerca de la decisión de Nicolás Maduro de no venir a nuestro país?

– La frustrada visita de Nicolás Maduro a nuestro país tiene que ver, en principio, con el enorme trabajo que han hecho los venezolanos desde la diáspora y desde Venezuela también, para visibilizar los abusos en materia de derechos humanos que se cometen en Venezuela. Las atrocidades, los crímenes de lesa humanidad que tienen a los más altos mandos del estado como responsables, así se los señala, y te diría también que hubo acciones legales puntuales impulsadas por sectores de la oposición sobrevivientes de secuestros y torturas en Venezuela. Maduro en un comunicado habla de que él mismo o la delegación son blanco de agresiones por parte de «una derecha neofacista» según lo denomina en ese comunicado.

Pero, en definitiva, aquí hubo un límite que se trazó muy claramente donde los venezolanos y también sectores de la sociedad argentina hicieron oír su voz; para que se entienda que invitar a un represor a un país democrático, tiene un costo, y que ese costo es el repudio, pero también son las acciones concretas para impedir que eso suceda, porque estas personas tienen que rendir cuentas. Hay una investigación formal contra el régimen de Maduro en la corte penal internacional, ésta es la máxima instancia internacional.

Esto no puede ser ignorado, como tampoco pueden ser ignorados los abusos que se han dado y se están dando en Nicaragua y en Cuba, más allá que Miguel Díaz Canel todavía goza de ese beneficio que le da la aún vigente romantización del régimen cubano; inexplicable, porque mientras que Díaz Canel viene a la Argentina estamos conociendo que los números del éxodo cubano son los más altos desde el comienzo de la revolución, es decir, que los cubanos han llegado a un punto de hartazgo tal que los ha empujado al exilio. Esto también habla de la inviabilidad de las condiciones de vida en la isla que tiene que ver con la falta de libertades, pero también con la falta de acceso a lo más básico.

– ¿Cuál es tu análisis desde la política internacional de estos 10 años de pontificado del papa Francisco?

– A mí me deja algunos signos de interrogación el rol del papa Francisco, puntualmente en lo que representan temas muy sensibles para América Latina como las crisis migratorias, como la represión en Venezuela. Me hubiera gustado ver ya en 2018 un rol más activo a la hora de denunciar lo que está pasando en Nicaragua; pero también reconozco que no soy especialista en sus temas. Sí podría decir que muchos sectores y pueblos han sufrido y sienten que la defensa de esos pueblos vulnerados en sus derechos básicos, no ha sido tan clara por parte del Vaticano y del papa Francisco. También hubo bastante cuestionamiento a esa primera respuesta del Sumo Pontífice frente a la invasión rusa en Ucrania.

Con respecto a lo que sucede en América Latina, a mí me gustaría ver un rol más activo a la hora de denunciar y hablar con mucha claridad sobre la dimensión del drama humanitario latinoamericano que es la crisis migratoria; pero también es la falta de todo en muchos países de nuestra región, que por supuesto explica por qué algunos países son, a lo largo de los años, países expulsores.

– Hace poco tiempo te tocó recorrer ciudades devastadas por la guerra, donde se firman treguas por la paz que nadie respeta. ¿Qué implica para vos el desafío de contarle a la gente lo que están viviendo en esos lugares?

– Hace poco volví a Ucrania, fue un viaje muy personal, donde intenté indagar en la dimensión más íntima de la guerra. Me ha tocado estar en ciudades muy asediadas, estuve en Kiev, en Brianka, también en Dnipro, una ciudad que sufrió recientemente un ataque muy brutal; una ciudad muy asediada. También estuve en Zaporiyia, la ciudad que queda muy cerca de la central nuclear de Zaporiyia, que está tomada por los rusos y es también el portal que recibió a los sobrevivientes de la diezmada Mariupol. En una frase podría sintetizar «el horror está a la vuelta de la esquina», y si algo termina de delatar la guerra en su rostro más cruel y despiadado  es eso mismo, es que es así; el horror está a la vuelta de la esquina.

Que muchas de las cosas que creíamos que formaban parte de postales del pasado pueden volver a suceder  con la misma crueldad, mostrando la misma monstruosidad perpetrada por personas contra personas. Por supuesto que acá nadie tiene que ser ingenuo ni tampoco ignorar que ha habido a lo largo de los años, guerras (no visibilizadas) en los distintos rincones del mundo que muestran el mismo horror y sobre esto se monta además la no visibilización el sufrimiento de las personas tal como lo que sucede en Yemen, donde se ha dado la crisis humanitaria más grave del mundo durante mucho tiempo. Donde más allá del trabajo, de la organización, que se hacen presentes en esos lugares imposibles, la verdad es que ha tenido muy poca visibilidad.

El desafío es hacerse casi invisible como periodista para establecer un puente de empatía, y con los ojos de una cronista argentina, alguien en algún rincón de este país pueda entender que no hay dolor que sea lo suficientemente lejano para que nos resulte indiferente. Me parece que éste es el desafío del trabajo que tenemos, que el dolor de una madre que perdió a su hijo y que me recibió con todo lo que tenía en su casita humilde de Dnipro, es el dolor de una madre en Ucrania y en cualquier lugar del mundo. El periodismo termina siendo para mí, una excusa para poder acercarme a esos lugares geográficos, pero puntualmente a esos rincones de la condición humana. Mi desafío es acercar a otros que están lejos, a esas mismas historias, que pueden también resonar con los dolores y las heridas propias.

– «Hackear la Argentina», es tu último libro con entrevistas a grandes emprendedores que piensan la Patria, ¿Podemos creer, entonces, en un futuro más próspero, con buenas ideas, con trabajo y buena gente?

– Vuelvo sobre la idea de la esperanza, que es un imperativo de vida y definitivamente creo que podemos salir adelante, que hay una enorme potencia creativa y creadora en Argentina, en esta especie de Silicon Valley argentino, en este boom de las empresas tecnológicas, de los unicornios; pero también de las empresas que no lo son, recordemos que se define como unicornio a una empresa valuada en más de mil millones de dólares.

También hay otras empresas más chicas, sumamente interesantes, que agregan muchísimo a este ecosistema emprendedor y que están planteando una enorme puerta al desarrollo para nuestro país, ofreciendo soluciones a problemas locales, pero también regionales y hasta mundiales, con una mirada muy interesante que es querer competir con el mundo para ofrecer mejores productos. Este sector no sólo nos plantea un salto al desarrollo por lo que tiene para ofrecer, o por lo que puntualmente hacen estas empresas (como los nanosatélites de Emiliano Kargieman o Arbusta, que es una empresa que capacita a chicos de sectores vulnerables para trabajar en el mundo digital), sino también la posibilidad de  que Argentina genere empleo de calidad e incluya.

Hay algo muy virtuoso que sucede en el sector tecnológico que tiene que ver con empresas muy federales, que tienen talento y que están ubicadas en distintos lugares del país; es decir que no necesariamente tienen que dejar su lugar y venir a Buenos Aires para trabajar en una de estas grandes empresas. Me parece que es una esperanza posible; hay muchos caminos para recorrer que ofrezcan mejores oportunidades; si es Argentina, mejor. Vuelvo sobre la misma idea, ¡claro que tenemos posibilidades de ponernos de pie!

Fuente: MDZ


COMUNIDAD INFOBRANDSEN
InfoBrandsen | info@infobrandsen.com.ar | WhatsApp: 2223.508499
Seguinos en Instagram | Seguinos en Facebook | Seguinos en Twitter
Unite a nuestros grupos de WhatsApp | Sumate a nuestro canal de WhatsApp

Comentarios Facebook