Semanario Tribuna 28-01-2023
En el barrio La Plantación, atrás del boliche Ibiza, se esconde una fascinante historia de superación, dedicación, dolor y templanza, que es digna de ser contada; una de esas historias tan ricas que combinan el trabajo con la pasión y la desesperación.
El doctor Valeriy Kupets es un ucraniano radicado en nuestro país desde hace más de 20 años y que, en ocasión de la tremenda guerra entre Ucrania y Rusia iniciada el 24 de febrero de 2022 y que lo obligó a volver al país después de casi dos años de su vuelta a sus pagos.
Con una notable vida profesional, dedicado sobre todo a la investigación, pero también a la diplomacia y al ejército, Valeriy conoció el país por primera vez en 1996, que vino en representación del gobierno de su país invitado por el por entonces presidente Carlos Menem; “él había estado meses antes en Ucrania y cuando llegó la invitación desde el ministerio de salud vine y la verdad que el país me gustó mucho”, comenzó contando en un perfecto español Valeriy, lengua que aprendió casi íntegramente en nuestros país, “porque cuando vine a vivir acá sabía solamente tras palabras, muchacha, amor y chau”, reconoce entre risas.
Padre de una hija, abuelo de tres nietos y felizmente casado por Tania, su mujer de toda la vida, “en 1999 decidimos venirnos a vivir a Argentina, a Buenos Aires, y desde ese momento me siento un argentino más”, reconoció; en la Ciudad de Buenos Aires, vivió todo el tiempo en Palermo, a pocas cuadras del Alto Palermo.
LA LLEGADA
“Llegamos con mi familia en 1999 y recién en 2004 pude empezar a ejercer porque pude revalidar mi título. De todas formas, volvíamos todos los años a Ucrania a visitar a nuestros padres y a nuestras familias y amigos, porque allá he dejado muchos contactos y gente querida”, agrega este profesional director de clínicas en aquel lejano país y parte del ejército en la guerra de la ex Unión Soviética con China y en Afganistán; “como cirujano, convivimos con el peligro de la muerte constantemente así que si bien tenemos sentimientos y nos conmocionan las mismas cosas que a los demás, a la hora de la intervención profesional tenemos que abstraernos de todo el contexto”, declaró Valeriy.
“Es algo muy feo”, reconoce acerca de la experiencia en el campo de batalla; y algo de esa reminiscencia fue lo que lo trajo nuevamente a radicarse en el país.
“Me gustó mucho Buenos Aires; este es un país lindo, tranquilo, con gente muy amigable ya ya tengo a mi nieta mayor médica, recibida en el Instituto Favaloro”, cuenta, orgulloso, Valeriy, de 70 años “y el mismo peso y la misma altura desde hace 40 años”, afirma.
Sucede que, tal como lo demuestra su estupendo estado y aspecto, el profesional es una persona metódica, que se alimenta conscientemente y ejercita todos los días durante dos horas; “como de todo, y el asado me fascina. Pero todo lo como con consciencia y conocimiento para que el organismo pueda actuar de la mejor manera”, relata; y de eso, precisamente, trata su primer libro de rehabilitación, su expertise.
“Ucrania es un país en el cual se le da mucha importancia a la educación, por eso durante 4 años fue el país con mejor nivel educativo del mundo”, manifestó, explicando un poco su devoción por seguir aprendiendo y educando.
VUELTA Y VUELTA A VOLVER
Desde que llegaron al país, todos los años Valeriy y Tania volvían a Ucrania a visitar a sus padres y amigos, “pero en 2018 cuando fuimos vimos a nuestros padres, de casi 90 años mi madre y su padre, muy decaídos y tomamos la decisión de volver a Ucrania para estar cerca de ellos; nuestra hija y nietos ya eran grandes así que optamos por volver”, advirtió el médico.
En eso, en medio de la charla, mientras tomaba un sorbo de café, mostró un video que acababa de llegarle a su whatsapp; era una ciudad del tamaño de Brandsen, devastada por el paso de los misiles rusos.
Ese video fue el preludio para explicar su regreso; “la guerra se desató el 24 de febrero y a los pocos días cayó un misil ruso que destruyó la mitad de un edificio ubicado a pocas cuadras de mi casa. A las pocas semanas mi madre murió y empezamos a recibir permanentemente llamados de mis familiares y mis amigos de Argentina para que nos volvamos”, declaró Valeriy, quien estuvo refugiado varios días en la casa de un amigo, en las afueras de Kiev, junto a Tania, otra familia y su suegro.
Y comenzó el derrotero para poder volver, para lo cual estuvieron dos meses viviendo en Hungría hasta que el 8 de mayo pisaron suelo argentino una vez más, y se lo nota en paz y alegre.
EN LA CIUDAD
Su conexión con la Ciudad fue, como casi todo en su vida, algo casual, “producto del destino”, se encargó de afirmar Valeriy, que ha trabajado en Siberia, con temperaturas de hasta -54 grados.
“Un amigo médico de Ucrania que conocía la Ciudad tenía un amigo que tenía una familia amiga, en la que también había un médico recibido en Rusia, que vivía en una casa quinta a la que visitamos y esa familia que me invitó a su vez conocía otra familia dueña de otra quinta”, explicó en claro castellano el profesional.
En eso, intervino en la charla Norberto, un amigo desde hace casi 20 años de Valeriy oriundo de Altamirano, para agregar que ese amigo era el “ingeniero que trabajaba en Segba, Antonio Casanova”.
“Me gustó muchísimo Brandsen y la casa; es una ciudad hermosa. En un momento, con Tania tomamos la decisión de tener una casa aferua de Buenos Aires, porque cansa mucho el trajín de la capital y mis hijos empezaron a buscar y justo dieron con la casa de don Antonio; el destino”, remarcó Valeriy, que si bien vive en Palermo, todo el verano se instala en la casa quinta de La Plantación y, cada vez que puede, se da una vuelta.
“Tanto a mi mujer como a mí nos gusta la naturaleza y la tranquilidad. En la quinta tenemos una huerta y varias colmenas que manejan mi hija y mi yerno, porque mi abuelo era apicultor y en la familia está la tradición”, dijo.
Así, lejos de las bombas, los tiros y el miedo, el café se fue terminando, la charla fue pasando consejos médicos, algo de la guerra –prefiere no profundizar demasiado- y lo bien que se siente entre nosotros y Vaeriy volvió a la tranquilidad de su quinta, esa que tanto deseó y que el destino quiso poner en su camino en un momento tan delicado.
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