De la mano de tres generaciones, la firma se consolidó como referencia en la zona, ganando la confianza de los productores con su lema: “venda bien y cobre mejor”.
El primer remate feria que registra la historia en el país se realizó el 17 de noviembre de 1893 en la localidad de Jeppener, partido de Brandsen, plena zona ganadera bonaerense. Estuvo a cargo de la entonces novel consignataria Alchourron Hermanos, que había sido fundada un año antes por Bautista Alchourron. El dato, que aparece en Historia de los remates feria en la Argentina, compilado por Néstor Pérez Ortega, sirve para ratificar la importancia de esa área geográfica en cuanto a desarrollo de la ganadería.
Precisamente ahí, en la cuenca inferior del río Salado, región de campos naturales y fábrica de terneros, nació la consignataria Jáuregui Lorda, hoy referencia obligada cuando se piensa en el mundo de las ferias ganaderas, con volúmenes importantes de hacienda encerrada y trayectoria comercial intachable.
La firma, que empezó su actividad en 1947, es consecuencia del espíritu emprendedor de Clemente Jáuregui Lorda, su hijo Oscar Alberto, y algunos integrantes de la familia Alcuaz, propietaria de campos en Brandsen y General Madariaga. Clemente había hecho experiencia en el rubro como empleado de la ya desaparecida casa de remates Marcilessi, de la que era representante en Brandsen, y su hijo Oscar, conocido por Toroto, era propietario del almacén de ramos generales frente a la estación del viejo Ferrocarril Provincial en la localidad de Loma Verde, y prosperaba en el mundo comercial. Unidos a los Alcuaz, fundaron la consignataria bajo el nombre Alcuaz y Jáuregui Lorda, que dio su primer remate en el mes de diciembre de aquel año.
La sangre nueva
En los primeros años de la década de 1970, tras la salida del último miembro de la familia Alcuaz de la sociedad, los Jáuregui Lorda quedaron al frente, integrando a la nueva generación. Ingresó Javier, hijo de Toroto. La denominación de la casa se modificó en 1974: pasó a ser Jáuregui Lorda SA.
“Entré a la casa y trabajaba a caballo en la feria, encerrando hacienda. En ese momento los remates no tenían tanto volumen”, remarcó Javier Jáuregui Lorda, y recordó que en aquellos años las instalaciones de la feria se levantaban cerca de las vías, en medio del pueblo, hasta que fueron trasladadas al predio actual de la Sociedad Rural, a la vera de la Ruta 29.
De a poco Javier comenzó a involucrarse más en la actividad. “Visitaba a otros colegas ferieros para ver cómo funcionaban y a medida que Toroto, mi padre, me daba rienda, fui introduciendo modificaciones en la firma”, añadió. Y recordó, con risas, uno de esos cambios: “Compré una computadora Texas Instrument que costó mucho, ocupaba casi una oficina entera y hacía menos del 10 por ciento de lo que hoy permite un teléfono celular. Toroto casi me mata”.
Lo cierto es que entrados los 80, la empresa fue incrementando su actividad, consolidándose en la zona y ganando la adhesión de los productores. “Tenemos clientes que llevan muchos años con nosotros; hay familias de productores que su descendencia, dos o tres generaciones, sigue siendo clientes de la casa”, comentó Jáuregui Lorda. Y remarcó que “el único capital real de la casa de remates son sus clientes, la relación con ellos es lo más importante”.
“Nuestro esfuerzo está puesto en atender al cliente; el productor nos da toda la confianza para que le vendamos su hacienda y eso lo respetamos a muerte. Lo mismo que los plazos de las operaciones: mi padre siempre decía que nadie tenía que venir dos veces a cobrar la misma cuenta”, sostuvo. De ahí salió, apuntó, el lema de la firma: venda bien y cobre mejor.
El gran martillo
Se sabe que toda consignataria tiene por carta de presentación a un rematador. Un martillo, como se conoce en el ambiente. El primero de Jáuregui Lorda fue Isidro Zoroza, a quien Javier conoció poco. Le siguió Eduardo Costa; en algún momento también remató Jorge Jáuregui Lorda, su tío. Hasta que ocupó el lugar Atilio Panaccio, quien es desde hace décadas la carta de presentación de Jáuregui Lorda.
“Empecé a trabajar en la casa el jueves 12 de agosto del año 1977”, afirmó certeramente Panaccio. “La casa va a cumplir 78 años, yo arranqué a trabajar a los 21 años, fui la última clase de 20 años del servicio militar. Me inicié con los papeles, pero martillar me gustaba y veía cómo remataban. Empecé a trabajar al lado del martillero Eduardo Costa haciendo las boletas, de él aprendí mucho; también trabajé al lado de Alfredo Gerbelli, otro martillero muy bueno de la sucursal Ranchos, que venía de la casa Duhalde; también al lado de Jorge Jáuregui Lorda, otro muy buen martillero de cabañas, con mucha clase”, detalló. “Después de hacer una serie de prácticas de remate, Toroto dejó una nota en la mesa de entradas que decía que partir del 3 de enero yo comenzaba a martillar en la feria. Fue en 1982; tenía 26 años cuando empecé a martillar”.
“Los caudillos de la zona me miraban de reojo cuando empecé a rematar, porque era muy pibe, pero después me decían quiero que vos me vendas las vacas”, contó, y con precisión recordó que su primer remate, solo en el estrado, fue en Ranchos en 1985. “Alfredo Cacho Gerbelli ya no remataba, estaba sentado a mi lado; fue un remate de invernada muy grande, de más de 2.000 cabezas”.
Le tocaron épocas de precios deprimidos de la hacienda, “fueron momentos duros, donde una vaca no alcanzaba para llenar un tanque de combustible”, y había remates que fueron “salvados por clientes puntuales”, que compraban muchas cabezas. “En un remate aniversario, hace 25 años, una mala época en que nadie quería las vacas, apareció comprando Alfredo Mondino y su hijo Roberto, nos compraban hacienda y la vendían en su zona; nos salvó el remate. Tenemos una gran relación con ellos, somos muy amigos”, dijo, en referencia a los responsables de la firma colega Alfredo S. Mondino, de la provincia de Córdoba.
Desde hace ocho años, Panaccio remata acompañado por Mariano Villalba. Al igual que él, ingresó a la consignataria siendo muy joven. Villalba, además, está a cargo del martillo en las pasarelas del MAG. “Los dos martilleros son del riñón de la casa”, agregó Javier Jáuregui Lorda.
La otra generación
El presente muestra a la firma a cargo de los hijos de Javier: Joaquín, Juliana y Mariano. El primero al comando general y sus hermanos involucrados en la administración. La nueva generación, incorporada a pleno, reafirma la esencia de Jáuregui Lorda: es una empresa familiar.
Mientras tanto, sigue con su crecimiento sostenido. Amplió su representación (desembarcando en la provincia de Entre Ríos), tiene oficina en el MAG y apura el proyecto de edificación de las nuevas oficinas comerciales en Brandsen, el lugar que la vio nacer. “Somos referencia; hay gente que se presenta (en la actividad comercial) diciendo que es cliente de Jáuregui Lorda. Eso vale oro”, subrayó el hijo del famoso Toroto.
Fuente: Clarín
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