TRIBUNA ya empezó a desandar sus 60 años de trayectoria y por ello reconoce al jugador más experimentado.

Gustavo Díaz

Empezó con nosotros hace 35 años. Debutó como caramelero en el cine, cuando, junto a mi hermano, explotábamos la sala de la Sociedad Española. Gustavo llegó para ir llenando huecos. Cortaba entradas, vendía panchos, daba una mano donde se necesitaba. De a poco fue conquistando lugar, afecto y consideración. Y antes que el cine se cerrara (cuando la híper del final de los 80 se llevó puesta centenares de salas del país) ya estaba Gustavo en la imprenta, mirando y aprendiendo en ese mundo de letras movibles, donde Ciriaco, Cornet y Calicho iban reescribiendo de puño y letra avisos y títulos y tarjetas. Y también allí, Gustavo ganó espacio.

Empezó cebando mate (examen de ingreso de todo recién llegado), recogiendo los pliegos de la impresora, ayudando con las entregas, aprendiendo a imprimir y hasta animándosele a la linotipo, poniendo, en cualquier escenario, voluntad, inteligencia, ojos bien alertas y buenos modos. Fue lugarteniente de Korenhof y de aquellos tipógrafos, fue asistente fraterno y hombre de confianza de mi hermano Carlos, fue siempre como una goma de auxilio de vuelo propio que fue sumando destrezas y que, por encima de todo, acabó identificado como un hombre de TRIBUNA, consustanciado con su gente y su identidad, un batallador que empezó alcanzando pelotas y que hoy luce el brazalete de capitán.

Gustavo siempre fue avanzando a la manera de un explorador incansable por terrenos que no conocía pero que con la práctica fue conociendo. En el nuevo local, cuando llegó la digitalización, le sumó nuevos esmeros a su larga carrera de soldado todo terreno: por supuesto, se familiarizó con internet, aprendió diseño, respondió a nuevas exigencias y mostró como siempre sus ganas de seguir incorporando tareas. Más de una vez, como para ampliar sus prestaciones, hizo de fotógrafo y periodista, resumió charlas, grabó, trajo noticias y le agregó nuevos quehaceres a un currículum amplio y rendidor que se fue agrandando a la par de las necesidades que iban surgiendo.

En estos años, dos mazazos -de diferente resonancia y dolor- dejaron a TRIBUNA en medio de una borrasca de difícil pronóstico. Yo alguna vez dije que con mi hermano nos habíamos repartido salomónicamente el teclado: Carlos se encargaba de los números y yo de las letras. Y de golpe me encontré sin él y en medio de una pandemia que había puesto al mundo de rodillas y a toda empresa chica, como la nuestra, al borde del cierre. Y fue allí donde Gustavo no sólo terminó contagiando ánimo sino que le sumó otras obligaciones a una carrera tan diversificada.

Fue cobrador, se convirtió en la cara visible de TRIBUNA, lidió con clientes y presupuestos, gestionó publicidades y no le sacó el cuerpo a nada. Y encima, se encargó de proponer y convencer al plantel que no quedaba otra que achicarse los sueldos para poder asegurar la permanencia del medio, todo un aporte que nos dio sobrevida y que contó -hay que decirlo y agradecerlo siempre- con un grupo de avisadores y lectores consecuentes que nos acompañaron y nos contuvieron en medio de una plaga que se iba llevando gente y esperanzas.

Este fue el resumen de la trayectoria laboral de este colaborador inagotable, que fue llenando vacío con su mejor disposición y que fue haciendo bien las cosas que se necesitaban hacer. Y sigue allí, con el mismo talante con que empezó en el cine ayudando a Juan Carlos Satragni con los panchos y la gaseosa, transitando de punta a punta por las huellas que fue dejando TRIBUNA y surfeando sin caerse entre el plomo, el papel, las computadoras y las finanzas.

Hoy, cuando TRIBUNA empieza a desandar sus 60 años de existencia -el 10 cumplió los 59- Gustavo ya se ganó un buen lugar entre las presencias definitivamente identificadas con la historia del semanario. Por supuesto que hubo mucha gente a lo largo de estos años que dio lo mejor de sí, pero la crónica esta vez se localiza en quien arrancó siendo un chico y que acabó ocupando una posición preponderante en el transcurrir difícil pero sostenido de un periódico que, con luces y sombras, con aciertos y errores, con pérdidas y conquistas, trata de seguir contando y reflejando lo que pasa aquí.

Alejandro Castañeda

Publicó Semanario Tribuna el 15-10-2022


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