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Alejando Castañeda Zazzali – Semanario Tribuna 22-05-2021
La de Roberto Korenhof, otro integrante del sistema de salud local cuya rutina cotidiana se vio bruscamente alterada por la pandemia, es una historia de trabajo, esfuerzo y dedicación, sí, pero también de esperanza y de amor.
Roberto, vecino de Jeppener, tiene 46 años y desde 2006 (con una breve interrupción de 3 años) que trabaja como ambulancista en el Hospital Municipal, otra de las tantas tareas que se vio bruscamente modificada con este nuevo escenario de urgencias, protocolos y angustia.
Justo en el momento de la charla telefónica, el lunes por la tarde, acababa de llegar de un accidente menor en La Dolly; es que esa es su vida y a eso se acostumbró, también a raíz de su otro trabajo, su vocación; el de bombero voluntario.
“Esto nos ha cambiado la vida a todos; no sólo porque hay mucho más trabajo sino porque es una experiencia nueva para todos en todo sentido lo cual te lleva a tener un desgaste tanto físico como mental muy grande, y también en lo cotidiano, con la familia”, reconoce Roberto, casado con Marcela hace 25 años y padre de la pequeña Milenka, de 5 años, “que llegó como un milagro a nuestras vidas para darnos más vida todavía”, afirma.
GASTOS
El desgaste, el cansancio, el stress no es solamente por el notable incremento que se ha visto en cuanto a la cantidad de viajes -Roberto estima que están gastando cerca de 4 veces más de combustible por mes- “sino que continuamente estamos en la calle tomando todas las medidas de protocolo, que con el correr del tiempo se han ido modificando y se nos ha ido capacitando. Nosotros tomamos todos los recaudos en todo momento porque nunca se sabe cuándo te puede llegar a tocar tener la enfermedad”, asegura; él, como gran parte del personal de salud, ya tiene puestas las dos dosis de la vacuna rusa “y por suerte no tuve la enfermedad”, aunque algunos familiares cercanos, sí.
Y el gasto que se ha duplicado no es sólo económico, sino de los recursos humanos; “desde la persona que recibe el llamado, la gente de limpieza, todos están haciendo un esfuerzo muy grande y la verdad que terminamos el día muy cansados a veces. Con decirte que nosotros hemos llegado a tener cerca de 500 salidas diarias en pleno auge de la enfermedad”, recuerda Roberto, que se define como una persona “muy familiera, tanto yo como mi mujer”.
En ese sentido, la dinámica que ha impuesto esta enfermedad tan reacia a propiciar encuentros, no significó un cambio demasiado grande para Roberto, “porque soy una persona más bien de casa. Entre mi familia y la de mi mujer somos cerca de 30 personas y el cambio que notamos fue más que nada en las vacaciones, que necesité irme a algún lado y nos fuimos los 3 solos cuando antes íbamos con otros familiares”, destaca; el lugar elegido para el merecido descanso fue Mar del Tuyú “y a mi hija le quedé debiendo un picnic”, recuerda entre risas.
MOCHILA
“En algunos momentos no dábamos abasto porque además de los pacientes de Covid se tiene que ir cumpliendo con las demás demandas cotidianas y después que llegábamos de un lugar teníamos que hacer una minuciosa tarea de desinfección de la ambulancia, la dejamos ventilando y cumplimos todos los protocolos. Hay días que estás muy cansado pero te dan ganas de seguir luchando por la familia, porque se nota el cansancio de todos. La gente se cree que esto es fácil y no es para nada fácil; es una mochila muy pesada”, agrega.
Roberto reconoce que su vida cotidiana “ha cambiado mucho; yo soy bombero desde hace 12 años en Jeppener y como bomberos uno cumple siempre ciertos protocolos de seguridad y demás que sirven y nos hemos capacitado con varios cursos, pero de todas formas, aunque entendemos que las cosas deben ser así, da lástima cómo se han dejado de lado ciertas costumbres que teníamos como pueblo, como ser el nocturno de Estrella, los carnavales y las fiestas”.
Eso, y la relación entro los compañeros de trabajo; “antes compartíamos cenas, momentos y ahora cada uno come por separado para no perjudicar al otro”, detalla.
En ese sentido, el vecino contó que una de las rutinas que suspendió por casi tres meses pero que después decidió, con todos los cuidados del caso, retomar, fue visitar a sus padres que viven en el Bajo Belgrano; “yo iba de casa al hospital y del hospital a casa. Pero en un momento decidí parar y ver a mis padres porque la verdad que la videollamada no me llenaba”, admitió y así fue como fue con su mujer y su hijo a visitarlos después de casi 100 interminables días.; “y lo mismo pasó con mi suegra que vive en Jeppener”, destacó.
APOYO Y RECUERDO
Entre la actividad de ambulancista y la de bombero, Roberto tiene el tiempo con su familia algo recortado; de todas formas, destaca en todo momento el apoyo que recibe permanentemente de su gente.
“Además de todo el trabajo que tengo, el apoyo de mi familia fundamental para soportarme la adrenalina que manejo tanto arriba de la ambulancia como en bomberos”, afirma; y asegura que su hija, Milenka, que le ha cambiado la vida a toda la familia “ama bomberos”.
Es que, como repite una y otra vez, “se hace difícil el día a día. Por ejemplo, yo fui compañero de Silvio Cufré en la Unidad Sanitaria de Jeppener entre 2007 y 2008; teníamos una muy buena relación, él también era hincha de River y ese fue el primer sopapo que me dio la pandemia porque conocía muy bien a Silvio, sabía lo sacrificado que era, la vida que tenia, lo difícil que la llevaba con su trabajo y su familia, sus carencias y por todo eso es que fue muy injusto lo que le pasó. Lo llevo en el recuerdo todo el tiempo”.
Algún choque, un accidente, un enfermo, una vida que corre peligro o una casa que se prende fuego; con esas emociones lidia cotidianamente Roberto, que tiene el ulular de la sirena metido bien adentro. De su rutina y su corazón, porque, como se siente en sus palabras, ama lo que hace.
Alejando Castañeda Zazzali – Semanario Tribuna 22-05-2021
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