Por Victoria Moroni – Semanario Tribuna 13-02-2021
Hace más de 30 años que busca a su madre biológica
Ella es Elsa Vargas, tiene 53 años y está buscando a su madre biológica. En una charla íntima, Elsa se acercó hasta nuestra redacción para compartir su relato; una historia dura que excede lo individual y nos implica a todos como sociedad. “Me enteré a los 22 años accidentalmente; le pregunté a mis padres adoptivos y me lo confirmaron, pero nunca quise hacerles daño porque todo lo que soy se los debo a ellos”, explica la docente de Las Acacias.
La familia de Elsa está integrada por sus cuatro hijos; Agustina, Florencia, Facundo y Gonzalo Burgos, y su esposo Rubén Burgos. Su padre, Amalio Vargas, falleció hace 23 años. Su madre, Elsa Daniele hace cinco. Elsa comenta que fue su papá quien le pasó los datos concretos, “me fueron a buscar a Monte Grande a la casa de Elda Cobos; que fue el nexo entre mi papá y mi abuela biológica, fue la que me entregó” comenta Elsa conmocionada.
El empuje por llegar a la verdad la llevó a recorrer un tramo complicado y doloroso. Elsa llegó hasta Monte Grande, a la salita de primeros auxilios donde había nacido; “probablemente no esté asentado el ingreso de mi mamá.
El acta de nacimiento que tengo es que nací en mi casa”, revela. Además, fue en dos oportunidades a la casa de Elda Cobos, hoy fallecida, domiciliada en Monte Grande en calle Dorrego al 700. “La primera vez, hace 15 años, ella me hizo pasar a un jardín de invierno, me puse nerviosa y me preguntaba para qué hacía esto. Dijo que al lado de mi familia yo era una pobre diabla. Me fui llorando”. Luego siguió insistiendo por teléfono, pero nunca recibió una respuesta.
“La segunda vez que me animé ni me abrió la puerta y me amenazó por la ventana con hacerme una denuncia. Al mes vino a Brandsen a la casa de su hermana, buscó mi dirección y fue a mi casa y me dijo de todo. Yo la quería hacer callar porque mi mamá estaba adentro. Por eso yo no hice más nada, por el amor de mi mamá”, explica y agrega que “al fallecer mi madre volví a sentir esas ganas internas de saber. Veo todas las posibilidades de su reacción, no sé con qué me voy a encontrar, pero necesito llegar a la verdad y encontrarla” afirma, en su momento hablé con un abogado y me dijo que había que involucrar a mis padres, por eso dudé”.
En televisión y redes sociales
Las ganas de ir en busca de su identidad la hicieron llegar en varias oportunidades hasta la televisión. “Fui al programa del Negro Oro y me preguntaba por qué antes no la había buscado y le dije la verdad, que era por mi madre adoptiva. Nunca voy a dejar de quererla, pero tengo algo dentro que me falta, a veces me siento sola. Fui dos veces más al programa y la última cuando pasé los nombres a producción me dijeron que dejemos todo así como estaba. Es difícil, te hacen llorar y quieren que traigas la emoción. Yo estaba muy acongojada; me avasallaron. También fui al programa “Gente que busca gente”, de Franco Bagnato pero nunca llegué al aire”.
Ante la imposibilidad de dar con la verdad, Elsa no bajó los brazos y recurrió a las redes sociales; “en la zona pedí amistad en redes sociales de Monte Grande y Luis Guillón. Estoy en grupos de docentes. Una de ellas me decía, nada es perfecto; algo tiene que salir a la luz. Tenían todo sincronizado, eran una red, había profesionales implicados, el médico, el taxista, el registro civil. Seguramente acá habrá muchos chicos traídos en la misma situación”, asevera.
El amor es más fuerte
Elsa calcula que hoy su madre biológica tendrá 65 años. “No sé cómo será, pienso en ella. Sueño con una señora de espaldas, no le veo el rostro. A veces mis amigos me dicen que me olvide del tema, pero siento que me falta algo. Ya no es curiosidad, es necesidad. Pienso que ella todos los 1° de marzo se acuerda de mí. Yo nací ese día, pero me fueron a buscar el 3 y me anotaron el 5; eso figura en mi DNI. Esos días no se olvidan, no podés olvidarte del día que pariste” reflexiona y agrega, “nunca me faltó nada, mi mamá trabajaba de doméstica y siempre me mandaba impecable a la escuela. A veces pienso que si ellos no me hubieran criado yo no hubiese recibido tanto amor. Mi mamá me enseñó todos los hábitos más importantes de la vida”.
El derecho a la identidad es un derecho humano.
Buscar la verdad del origen es algo que nos constituye como seres humanos. Estamos de cara a una nueva era donde los secretos familiares y los pactos de silencios deben derribarse. Y esa acción no sólo tiene implicancia a nivel individual, sino que gira en pos de una práctica colectiva para constituirnos como una sociedad más genuina. Una sociedad donde prime la verdad y no la vergüenza, donde el “qué dirán” deje de ser ese mecanismo de juicio primitivo y despiadado.
“Pienso que todo es consecuencia de algo, no hay otra” expresa Elsa con los ojos llenos de lágrimas, “creo en Dios, la llegada de mi nieta Olivia me hizo ver las cosas de otra manera. Por eso hoy quiero tratar este tema desde el amor y el respeto. Son actos que pueden abrir diferentes puentes, tal vez alguien sepa algo y por más mínimo que sea puede ayudar a llegar a la verdad”, concluye esperanzada.
Victoria Moroni – Semanario Tribuna 13-02-2021
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