Nuestro ex vecino vive en Hernández (La Plata) y trabaja para la Provincia en la preservación del patrimonio cultural bonaerense, en dependencias de la Dirección de Museos y Preservación Patrimonial. Publicó en 2014 “Pasajero Errante”, fue su primer libro de relatos y minutas literarias. “Varios de mis cuentos fueron publicados en revistas de España, Uruguay, México y Perú. Hace dos años que soy alumno de la escritora platense Evangelina Caro Betelú, en el espacio cultural Argos y me encuentro trabajando en mi segundo libro de cuentos”, comentó a TRIBUNA entusiasmado con sus proyectos literarios.
ES NOTICIA
Hernán Semino es noticia por dos temas: Uno de sus trabajos fue ilustrado -foto- por una alumna de Bellas Artes de la UNLP y así lo explicó el autor: “El proyecto ‘Libros Solidarios’, que hace años lleva adelante la cátedra Lenguaje Visual 3 de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Nacional de La Plata, consiste en abrir una convocatoria de escritores a principio de año para luego seleccionar los cuentos que los alumnos ilustrarán”.
Sobre las características del material dijo: “Deben rondar la temática infantil o juvenil. Las distintas comisiones de la Cátedra comienzan entonces a trabajar con los alumnos los cuentos que cada uno de ellos eligió para confeccionar un libro ilustrado artesanal y al finalizar el año exponerlos en la muestra ‘Ilustranimada’, para luego donarlos a instituciones y bibliotecas comunitarias que la Universidad eligió como hogar para los libros solidarios”.
SU OBRA
“Este año la muestra fue el sábado 9 de noviembre en el Centro Cultural ‘Azul un Ala’ de La Plata. Se expusieron 350 libros, hubo música, comidas y un programa de radio donde entrevistaron a docentes, ilustradores y escritores. Mi cuento fue elegido por la ilustradora Catalina Rodríguez, que hizo un trabajo hermoso e increíble. Hasta elaboró cuatro señaladores artesanales referidos a la obra. ‘La cita’ es un cuento sobre grooming, sobre los peligros que esconde la Web para los chicxs y sobre en quién se puede confiar”. En la tapa la ilustradora decidió mostrar y hacer hincapié en el like del Facebook, tapándole la boca a Azul, la niña protagonista del cuento”.
MENCIÓN ESPECIAL
El segundo tema por el que Hernán Semino es protagonista, se debe a su participación -con mención especial- en el “1°Concurso Literario Nacional de Poesía y Narrativa” convocado por la Biblioteca Popular de Villa del Parque (CABA).
“Cincuenta y uno” fue distinguido con la primera mención especial en la categoría cuento. “En la entrega de premios se leyeron los trabajos ganadores y tal como decía el reglamento, son cuentos que no integrarán ninguna antología editada sino que serán divulgados en distintos medios y redes sociales con el fin de que estén al alcance de todos y puedan disfrutar de la poesía y la ficción”.
G.G.
Cincuenta y uno
Esta mañana mientras corría hasta el espigón pensé en ponerle más exigencia al trote. Se me ocurrió ir trepando, de vez en cuando, algunos médanos. Al escalar uno de los primeros, algo me pinchó en la planta del pie. Sentí un dolor agudo que se irradió hasta la ingle y me hizo trastabillar. Regresé unos pasos a mirar qué podría haber pisado.
Escarbé un poco la arena con la punta del pie pero no vi nada raro. Seguí trotando un poco más pero enseguida me atacó un ardor tremendo en toda la pierna. Cambié un ritmo lento pero parejo por uno medio rengueando, medio a los saltos. Al rato ya no podía continuar.
La arena parecía vidrio cuando apoyaba el pie lesionado. Yo no suelo hacer ejercicio. Son cosas que hago nada más en vacaciones. Tal vez por eso me pasa lo que me pasa.
Julia se quedó en la playa con los nenes y yo me tomé un remís. No podía apretar el acelerador para venirme en el auto. Ni siquiera pude calzarme la zapatilla. Hasta el roce de las medias me hace ver las estrellas. Tuve que venirme hasta el hospital de Mar de Ajó porque allá, en San Bernardo, no hay ni una salita, nada.
Son las tres de la tarde y soy el único en la guardia. Tengo el pie colorado, pero bien colorado está, los dedos también, además duplicaron su tamaño. Miro hacia la hendija de abajo del marco de la puerta. La luz del consultorio se eclipsa de vez en cuando con el paso de una sombra. Le hago señas a la secretaria que levanta la vista del celular. Le pregunto si el médico está atendiendo. Me dice que sí. Solo eso. Luego vuelve a agarrar el celular y yo miro al piso. Es de mosaicos a rombos negros y blancos.
En la unión entre los dos que tengo a los pies, se ve una montañita de tierra y dos hormigas que salen y entran como si estuvieran borrachas. Empiezo a darme cuenta de que hay tres rombos por mosaico y los cuento. Hay cincuenta y uno. Pienso en que debería jugarlo a la quiniela. Del otro lado de la puerta del consultorio escucho voces. Una es de hombre y dice algo sobre dos cada ocho horas. Bajo la vista y la mancha roja ahora ocupa hasta la mitad del muslo. Intento mover los dedos y no puedo. Están tan hinchados que todos parecen el gordo, y el gordo un codo.
Me seco la transpiración de la frente con la mano y vuelvo a molestar a la secretaria. Me pide que aguarde, que sea paciente, que el doctor ya me va a atender. Me la quedo mirando y huelo a vainilla. Entrecierro los ojos y afino el olfato: vainilla con dulce de leche. La secretaria se lleva un trozo de algo a la boca. Alfajor, digo, y me dan ganas de ir a sacárselo. Pero vuelvo a mirar mi pie y lo que antes era rojo ahora es bordó. Me toco a la altura de la rodilla y siento una dureza parecida al acrílico.
Quiero gritar y me distrae una fila de hormigas que suben por mi otra pierna. Que está blanca pero tampoco puedo mover. Las hormigas suben a toda velocidad. Mi vista baja como en un tobogán por la hilera roja hasta el hormiguero y lo encuentra más grande y con la tierra ocupando medio rombo blanco. La fila está por llegarme a la cabeza. Quiero espantarla con la mano y no puedo. Hago fuerza para sacar un sopapo, pero el brazo no me responde. Intento en vano darle aviso a la secretaria. Soy incapaz de emitir una palabra. Sólo un ruidito parecido al que me saldría si me estuvieran tapando la boca. La hormiga que lidera la fila llega a mi hombro. La miro. Tiene la cara alargada y me clava los ojos.
Son grandes y además granulosos y marrones. Abre y cierra su mandíbula. No puedo despegar mi atención en la manera frenética en que la mueve. Cuando agita las antenas logro entender lo que me dice. Le hago caso y retomo la sensibilidad en las patas. Puedo al fin moverlas. Me las miro, son bordó oscuro y las froto. Moviéndome rápido dejo atrás la pierna que tenía sana y bajo al mosaico. Vuelvo a frotarme las patas y levanto las antenas. Veo mi cuerpo contra la pared chorreando baba sobre un hombro y dando espasmos como si fueran aleteos de mariposa. Me froto las patas una vez más y me zambullo dentro del hormiguero.
Autor: Hernán Semino registrado con el pseudónimo Olivia Warlocks
Por Guillermo E. González – InfoBrandsen |info@infobrandsen.com.ar
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