PUBLICÓ: LA NACIÓN
Murió José Luis Brown este lunes, a los 62 años. El recordado defensor fue uno de los emblemas del seleccionado argentino campeón del mundo en México 1986, y estaba internado en una clínica de La Plata, afectado en los últimos meses por una enfermedad neurodegenerativa. Sus restos serán velados este martes, de 8 a 13, en la sede de Estudiantes de La Plata, el club que marcó su carrera.
Varias décadas hay que avanzar para encontrar al séptimo Brown, José Luis, el «Tata», que no guarda parentesco con aquellos precursores, pero con los que está identificado por la pasión por el fútbol. Guiado por ese instinto, por su capacidad para convivir con el sufrimiento sin rendirse dentro de una cancha, se va de la vida habiéndose ganado la eternidad que concede la gloria de haber hecho un gol para ganar la final del Mundial 1986.
No iba a tener un lugar preponderante en el equipo de Carlos Bilardo que conquistó en México el segundo título para nuestro país. Llegaba con una rodilla a la miseria y el titular iba a ser Daniel Passarella, pero el capitán del campeón de 1978 cayó en cama por una intoxicación y el Tata jugó los siete partidos de la campaña. En la mañana del día del debut ante Corea del Sur se enteró de que iba a ser titular. Fue el líbero de una defensa que tenía por stoppers a Oscar Ruggeri y José Luis Cucciufo.
No estaba llamado a ser un héroe en la final con Alemania porque en una jugada de pelota detenida en contra chocó contra Dieter Hoeness y sufrió una lesión en un hombro. Cuando lo atendió el doctor Raúl Madero, lo previno: «Raúl, ni se le ocurra sacarme eh. Ni loco pienso salir. Estoy bien, ya está». Del dolor, no podía estirar el brazo, lo tenía recogido. Aplicó el mismo protocolo que en tantas horas de potrero en su Ranchos natal: con un mordiscón le hizo un agujero a la camiseta y metió un dedo para que el brazo no le quedara suelto. Así disputó el segundo tiempo.
Antes, a los 23 minutos del primer tiempo, había hecho el primer gol del triunfo por 3 a 2. Un cabezazo para conectar un tiro libre de Jorge Burruchaga, luego de un mal cálculo en la salida del arquero Harald Schumacher. «Era una jugada preparada; Burruchaga le pegaba con comba hacia afuera. Nos posicionábamos el Checho (Sergio Batista), el Cabezón (Oscar Ruggeri), Valdano y yo, que éramos los más altos. Cuando Burru sacó el centro, di el paso hacia adelante para elevarme y de reojo vi a Schumacher, que venía jugadísimo. Lo tenía a Diego (Maradona) adelante, así que me apoyé en el él y cabeceé», recordó una vez en El Gráfico.
El gol que abrió el camino al título
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