Fuente La Nación
teresa Taborda, la maestra que hace leer a Brandsen
Cada vez que se inaugura la Feria del Libro en Buenos Aires, Teresa Taborda se prepara con mucha anticipación. Repasa las últimas obras leídas en su taller y mira en la grilla qué autor viene al país, para agendarlo. Desde niña, amó leer, estudiar y enseñar. Su familia adoptiva le dio todas las herramientas para que ella pudiera lograrlo y hoy, en agradecimiento a ellos, hace lo mismo. En la casa que comparte con su marido en Brandsen abrió un taller literario gratuito.
«Hace ya 20 años, el garage de mi casa está ocupado por una mesa larga, unas pinturas, una bilblioteca desordenada, algunas tazas de té sobre la mesa y cosas dulces que traen las chicas cada lunes», dice esta maestra jubilada, que acaba de cumplir 70 años y que cambió la vida de muchas mujeres que la rodean. La mayoría de sus discípulas son madres y abuelas, todas trabajadoras y también amas de casa.
Hasta antes de conocerla a Teresa, ninguna de ellas se había animado a enfrentar a autores como Borges, Cortázar, Kundera o Baricco. Ya sus nombres las apabullaban y sentían que sus obras no estaban escritas para gente como ellas. Algunas, incluso, no habían ido nunca a ver una obra de teatro ni conocían la Feria del Libro.»Brandsen es como el pueblo de las novelas de Puig. No hay teatro, ya no tenemos cine, no todos tienen Netflix.», explica Teresa. «Cuando veo que se va a estrenar algo lindo en Buenos Aires, propongo leer la obra para después ir a verla en grupo. Me encargo de comprar las entradas, contratar el transporte, darles la información del barrio donde está el teatro y los lugares dónde cenar cuando terminamos de verla, hasta con el detalle de precios y platos.», agrega.
Teresa quiere mostrarles un mundo cercano pero al que no se animaron, quiere que conozcan Buenos Aires, sus teatros, su vida cultural y que desplieguen su imaginación por todos los mundos a los que las puede llevar la literatura. Así, dos o tres veces al año, estas mujeres que quizás no han salido de Brandsen hace muchos años, se preparan para una gran noche. Eso requiere de mucha logística, que será la primera fuente de anécdotas para muchas reuniones futuras. Van a la peluquería, se maquillan, se eligen un vestido diferente cada día y cuando parten, se vuelven a sentir como en la adolescencia. «Salimos a las 6 de la tarde y, si llegamos con tiempo, visitamos algunas librerías antes de entrar.», relata Teresa. Con una amplia sonrisa, muy coqueta y un tono de voz limpio y pausado, ella también se emociona por la aventura que les hace vivir a sus alumnas y por todo lo que ha generado en estos años.
Leer, no chusmear
Educó a muchísimas generaciones en esa misma ciudad que la vio a ella crecer, formar su familia y disfrutar hoy de sus 12 nietos, junto a su marido, que es el que la lleva y la trae en auto, le busca las entradas y le resuelve todo lo burocrático. «La mayoría de las mujeres de este grupo no maneja; por eso, para no depender de los maridos, contratamos una combi que nos lleve», aclara. Su ternura, sin embargo, no le quita espacio a su autoridad y no duda en poner las reglas claras en sus talleres, a donde asisten mujeres que quizás estaban jerárquicamente por encima de ella, durante sus años de docente. «En el taller no hay lugar para el chusmerío, algo tan común en los pueblos donde nos conocemos todos. Nos reunimos a leer y a hablar de lo que nos deja la lectura, no sobre la vida de los demás.», afirma.
Cuando sale a la calle, los vecinos la saludan. Todos se conocen y algunos, con más tiempo, la paran y le comentan sus vidas. Como miembro del Rotary Club de Brandsen, ella está a cargo de la Junta de Asuntos Históricos, donde rescata las historias de las casas, las familias y las estancias del lugar. No le teme a la tecnología y la incorporó rápidamente a sus actividades. «Con los teléfonos les paso información de todo lo que leo, aunque el taller esté en receso. Cuando se estrenó Alias Grace en Netflix, yo les fui compartiendo de dónde eran los epígrafes de cada capítulo. Lo mismo hago con las películas que se estrenan y están inspiradas en obras literarias», comenta.
Cuenta los libros más difíciles como un cuento y genera un clima de complicidad y humor con los más desinhibidos. «Me gusta cuando se abre un debate con las novelas más fuertes, con escenas o historias que las impactan. Nos reímos mucho de los pudores y eso abre espacio a confesiones muy graciosas», explica. En su garage, ella es la guía para esas mujeres que se sientan alrededor de la mesa, toman el té y esperan escuchar lo que ella tiene para decirles.
Cholula literaria
Cuando visita la Feria del Libro o cuando viaja, no se pierde oportunidad de acercarse a todos los escritores que puede y les pide una foto. Ya son una decena las que hoy cuelgan enmarcadas en ese garage; y cada una de ellas viene con una anécdota detallada de la manera en que la consiguió y de todo lo que charló con ellos. «Yo soy muy cholula y no tengo vergüenza en pedirle una foto a todos los escritores. Los voy a ver a donde estén y me acerco a ellos. En la Feria del Libro de hace unos años, le conté a Vargas Llosa que fui a Irlanda, a conocer la tumba de su personaje de El sueño del celta», recuerda.
Tal como ella dice, Brandsen es una ciudad con costumbres de pueblo. Teresa es madre, abuela, maestra, amiga y muy solidaria con todos. Sus orígenes fueron duros y ella convirtió esa dificultad en agradecimiento a quienes la ayudaron, a ella y a su mamá, durante su infancia. Por eso, al preguntarse por qué da tanto en forma gratuita, ella sonríe y responde: «para mí, esto es darle gracias a la vida y a Dios por la generosidad que otros tuvieron con mi mamá y conmigo. Por eso no quiero cobrar. Con mi jubilación vivo bien y quiero devolver lo que en la vida me dieron otras personas. Yo pude estudiar y me gustaría que todos pudieran hacerlo.»
Fuente La Nación
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