Instalaron cuatro tanques con agua potable en el barrio de las napas contaminadas en Abasto

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Un juez había ordenado a la Comuna y a la Cooperativa a darles una solución “urgente”. Estaban en riesgo sanitario.

Surgida a partir de la paulatina usurpación de las tierras fiscales pertenecientes al ramal ferroviario La Plata-Brandsen, la Villa Esperanza es una franja de casas humildes que se extiende sobre el antiguo terraplén a la altura de 516 bis entre 216 y 224. Tanto ella como la adyacente Villa San Martín son vecinas de una planta de tratamiento cloacal abandonada, lo que expone a 600 familias consumidoras de agua de pozo a severos niveles de polución. Ayer, por orden judicial, se instalaron cuatro tanques de agua potable y hubo festejo en Abasto.

Los piletones en desuso pertenecen a la Cooperativa de Agua de la localidad del oeste platense, en la mira de la Justicia desde el año pasado, cuando la concejal opositora Victoria Tolosa Paz (Unidad Ciudadana) y un grupo de vecinos la denunció por la presunta contaminación de las napas de la zona, no aptas para el consumo humano.

En este marco, hace poco más de una semana, el titular del juzgado federal Nº3 local, Ernesto Kreplak, intimó a la Comuna, el Ministerio de Infraestructura bonaerense y la propia Cooperativa de Agua de Abasto a que hallaran con “urgencia” una forma de suministrar agua potable a las familias en riesgo sanitario. Esto se tradujo ayer en la llegada de dos tanques a Villa Esperanza y otras dos a Villa San Martín, que serán recargados con camiones propios por ABSA, que además deberá garantizar de que los recipientes se mantengan limpios y funcionando.

Al mismo tiempo, el municipio -que baraja la posibilidad de aportar bidones a las familias de los asentamientos, para acarrear el vital líquido desde los tanques-, se comprometió a elaborar en el corto plazo un proyecto para extender hasta allí la red de agua corriente.

Anoche, Tolosa Paz destacó ante los vecinos que “estamos dando el primer paso en el camino hacia una solución definitiva para centenares de familias, después de 25 años”.

Separada apenas por un zanjón de Villa Esperanza, la planta de tratamiento cloacal de Abasto cuenta con dos piletones de decantación a los que llegan los efluentes de unos dos mil vecinos a los que presta servicios la Cooperativa. Destinados a favorecer la degradación microbiana de esas aguas negras, para que luego sean filtradas y cloradas, no están operativos: muestras tomadas a la salida de la planta revelaron la presencia de bacterias (salmonella, escherichia coli, shigella, guardias y amibas) en cantidades que exceden ampliamente los parámetros admitidos por las leyes ambientales vigentes.

VUELCOS SIN CONTROL

Otros estudios demostraron que la mayor parte de los excedentes cloacales termina en el zanjón, que luego de recorrer más de 2.500 metros rodea el predio del Parque Industrial, pasa debajo de la avenida 520, y desemboca en las banquinas y los préstamos de la autovía 2. Algunos observadores destacan que esta suciedad termina por vertirse en el arroyo Abascay.

Cuando llueve, la situación empeora: este angosto canal, parcialmente bloqueado por vegetación en varios tramos, colapsa y las aguas servidas terminan anegando los terrenos de Villa Esperanza, un enclave que comenzó a formarse a fines de los años ‘90, a sólo diez cuadras del centro de Abasto, con la llegada de albañiles, changarines y peones de quintas de la zona. Sin infraestructura de servicios -agua, cloacas, gas, alumbrado- su única calle de acceso, la 516 bis, es de tierra y queda intransitable con cada tormenta.

Vía: El Día

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